Los niños y niñas de la calle se encuentran tal vez entre los más visibles físicamente, ya que viven y trabajan en las calles y las plazas de las ciudades de todo el mundo. Y sin embargo, paradójicamente, se encuentran también entre los más invisibles y son, por tanto, los niños y niñas más difíciles de apoyar con servicios fundamentales como la educación y la atención de la salud,y los más difíciles de proteger.El término “niño de la calle” es problemático, ya que puede utilizarse como una etiqueta para estigmatizarles. Uno de los mayores problemas que confrontan estos niños es que la sociedad en general les considera un peligro y una fuente de conducta criminal. Sin embargo, muchos niños y niñas que viven o trabajan en las calles han adoptado el término, ya que consideran que les ofrece un sentimiento de identidad y pertenencia.
Esta descripción es una manera conveniente de referirse a toda una serie de problemas, pero no debe ocultar el hecho de que muchos niños y niñas que viven o trabajan en las calles lo hacen de muchas formas diferentes y por una serie distinta de razones, y cada uno de ellos es único, con sus propios puntos de vista firmemente arraigados.Es imposible calcular el número exacto de niños o niñas que viven en las calles, pero la cifra es de alrededor de decenas de millones en todo el mundo. Es muy posible que estas cifras aumenten a medida que crezca la población mundial y la urbanización siga avanzando: se espera que 6 de cada 10 habitantes de zonas urbanas tengan menos de 18 años en 2010.
De hecho, en todas las ciudades del mundo hay niños y niñas de la calle, incluso en las ciudades más grandes y más ricas del mundo industrializado. La mayoría de los niños y niñas de la calle no son huérfanos. Muchos todavía mantienen contacto con sus familias y trabajan en las calles para aumentar los ingresos del hogar. Muchos otros han huido de sus casas, a menudo como consecuencia de malos tratos psicológicos y físicos o abuso sexual. La mayoría son niños, debido a que las niñas soportan al parecer por más tiempo las situaciones abusivas o explotadoras en el hogar (aunque una vez que abandonan su hogar y su familia, las niñas tienden menos a regresar).
En las calles limpian parabrisas y tragan fuego. Casi todos [los transeúntes] son indiferentes a la magia en su cara y en sus manos. Aguardan a sus clientes con sus instrumentos en los brazos y en la oscuridad relumbran los adornos en su traje de charro, sus amplios sombreros galoneados. Son guitarras, son violines, trompetas de Jericó, voces en busca del oído. La luz roja nunca los detiene y la función continúa hasta las tres o cuatro de la mañana, sobre todo los viernes y sábados, cuando alguna pareja se siente romántica y les da a unos cuantos pesos de más.
Aquí todo es crudo. La realidad, la comida, los ojos, nada ha sido elaborado, todo se lo avientan a la cara, los apodos agresivos, la risa despiadada, el despojo, la burla hiriente, la cicatriz que no cierra, los manotazos, la grosería. Sólo la calle es suya. Compensa la soledad, la falta de amor. Los marea. Les da el dinero que nunca tuvieron. Les da un ritmo, tiempo y una compensación inmediata. “¡Soy alguien. Acabo de ganarme la comida!”
Por todo lo anterior, en este mes del niño ALZO MI VOZ voz con todas mis fuerzas para que más de una persona los voltee a ver, porque no hay mejor regalo que la vida, que existir, por lo que quise hacer visibles a estos niños de cara pintada, manos sucias, pies descalzos, inocencia robada y felicidad negada, a quienes en el cemaforo volteamos la cara para no ver la soledad reflejada en su mirada. Abre tus ojos y ten el valor de ver a esos niños invisibles que siempre han estado ahí.






