martes, 28 de abril de 2009

NIÑOS DE LA CALLE, NIÑOS INVISIBLES

Los niños y niñas de la calle se encuentran tal vez entre los más visibles físicamente, ya que viven y trabajan en las calles y las plazas de las ciudades de todo el mundo. Y sin embargo, paradójicamente, se encuentran también entre los más invisibles y son, por tanto, los niños y niñas más difíciles de apoyar con servicios fundamentales como la educación y la atención de la salud,y los más difíciles de proteger.

El término “niño de la calle” es problemático, ya que puede utilizarse como una etiqueta para estigmatizarles. Uno de los mayores problemas que confrontan estos niños es que la sociedad en general les considera un peligro y una fuente de conducta criminal. Sin embargo, muchos niños y niñas que viven o trabajan en las calles han adoptado el término, ya que consideran que les ofrece un sentimiento de identidad y pertenencia.


Esta descripción es una manera conveniente de referirse a toda una serie de problemas, pero no debe ocultar el hecho de que muchos niños y niñas que viven o trabajan en las calles lo hacen de muchas formas diferentes y por una serie distinta de razones, y cada uno de ellos es único, con sus propios puntos de vista firmemente arraigados.


Es imposible calcular el número exacto de niños o niñas que viven en las calles, pero la cifra es de alrededor de decenas de millones en todo el mundo. Es muy posible que estas cifras aumenten a medida que crezca la población mundial y la urbanización siga avanzando: se espera que 6 de cada 10 habitantes de zonas urbanas tengan menos de 18 años en 2010.



De hecho, en todas las ciudades del mundo hay niños y niñas de la calle, incluso en las ciudades más grandes y más ricas del mundo industrializado. La mayoría de los niños y niñas de la calle no son huérfanos. Muchos todavía mantienen contacto con sus familias y trabajan en las calles para aumentar los ingresos del hogar. Muchos otros han huido de sus casas, a menudo como consecuencia de malos tratos psicológicos y físicos o abuso sexual. La mayoría son niños, debido a que las niñas soportan al parecer por más tiempo las situaciones abusivas o explotadoras en el hogar (aunque una vez que abandonan su hogar y su familia, las niñas tienden menos a regresar).



Una vez en las calles, los niños son vulnerables a todas las formas de explotación y malos tratos, y lo más probable es que sus vidas estén muy lejos de la infancia que se describe en la Convención sobre los Derechos del Niño. En algunos casos, aquellos que tienen la obligación de protegerlos se convierten en los autores de los crímenes que les afectan. Los niños y niñas de la calle sufren hostigamiento o son víctimas de palizas por parte de la policía, y a menudo se encuentran en conflicto con la ley. Algunas veces se han llevado a cabo redadas de niños para trasladarlos fuera de los límites de la ciudad y abandonarlos allí. Otros han sido asesinados por bandas de vigilantes para “limpiar la ciudad”, a menudo con la complicidad o la indiferencia de las autoridades locales.




Según el “Estudio de Niños Callejeros”, hay 11.172 niños de la calle en la ciudad de México, que tiene el dudoso privilegio de ser la ciudad más grande del mundo. “Trabajar” significa lavar carros y camiones, hacer mandados, cargar refrescos. Odian ser cargadores porque acaban con una lesión en la espalda o arrollados por un carro. Además de la violencia, la desintegración y el deterioro del ambiente, el smog, el tráfico, el origen de todo es la extrema pobreza, y las drogas y la delincuencia su manera de sobrevivir.




En las calles limpian parabrisas y tragan fuego. Casi todos [los transeúntes] son indiferentes a la magia en su cara y en sus manos. Aguardan a sus clientes con sus instrumentos en los brazos y en la oscuridad relumbran los adornos en su traje de charro, sus amplios sombreros galoneados. Son guitarras, son violines, trompetas de Jericó, voces en busca del oído. La luz roja nunca los detiene y la función continúa hasta las tres o cuatro de la mañana, sobre todo los viernes y sábados, cuando alguna pareja se siente romántica y les da a unos cuantos pesos de más.




Todos los que pasan los ven y son invisibles. No existen. La policía los mira sin mirarlos. Todo los aísla y los señala.
La escuela es el coco de los niños, hasta de los más intocados. Los humilla. Les cuesta mucho trabajo retener y han perdido su capacidad de concentración. Nada quieren saber ni de techo ni de paredes. ¿Qué puede compararse a la calle? El vicio del niño de la calle es la calle misma.

Aquí todo es crudo. La realidad, la comida, los ojos, nada ha sido elaborado, todo se lo avientan a la cara, los apodos agresivos, la risa despiadada, el despojo, la burla hiriente, la cicatriz que no cierra, los manotazos, la grosería. Sólo la calle es suya. Compensa la soledad, la falta de amor. Los marea. Les da el dinero que nunca tuvieron. Les da un ritmo, tiempo y una compensación inmediata. “¡Soy alguien. Acabo de ganarme la comida!”



El tiempo es otro. No saben en qué día viven, no quieren saber. Los días de la semana los cuatrapean. Las horas son las de su desastre. Sólo conocen dos estaciones, la de secas y la de aguas. La temporada de lluvias (de junio a septiembre) es mala para los chavos de la calle porque como se levantan después de las doce, la lluvia de la tarde impide cualquier actividad. Tampoco pueden jugar fútbol, lo que más les gusta.



Por todo lo anterior, en este mes del niño ALZO MI VOZ voz con todas mis fuerzas para que más de una persona los voltee a ver, porque no hay mejor regalo que la vida, que existir, por lo que quise hacer visibles a estos niños de cara pintada, manos sucias, pies descalzos, inocencia robada y felicidad negada, a quienes en el cemaforo volteamos la cara para no ver la soledad reflejada en su mirada. Abre tus ojos y ten el valor de ver a esos niños invisibles que siempre han estado ahí.

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